De Maicao a Cartagena: la vida en escena de Rogelio Franco
Por: Catalina Vela
Entrevisté a Juan Rogelio Franco Hernández, fundador y director del grupo Zambo Teatro. Miembro de ADITEICAR, Asociación de Teatristas de Cartagena.
Catalina Vela: Rogelio hoy estamos La sala de teatro Reculada del Ovejo, en el centro histórico de Cartagena en la bóveda N.1 del Baluarte de San Lucas. Cuéntame un poquito este espacio ¿cómo funciona y qué actividad tiene?
Rogelio Franco: En el año 2000 decidimos hacer una temporada de teatro o retomar las temporadas de teatro que se habían hecho otros años por iniciativa de Alberto llerena y Jaime Díaz Quintero pero siempre habíamos hablado que necesitábamos un espacio con las personas que tuviéramos el mayor grado de tolerancia entre nosotros.
En el año 2000 Carlos Ramírez y el Maestro Alberto Llerena se acercaron a la Sociedad de Mejoras Públicas, ahí estaba la doctora Claudia Fadul y otra funcionaria, ellas decidieron darnos este espacio porque justificamos el porqué este espacio era importante revitalizarlo. Era un espacio abandonado.
Los primeros dos años se hacían pequeñas presentaciones pero ya a partir del año 2003 fue cuando comenzamos a mantener una programación permanente todos los viernes y los sábados. Fuimos concertados con el Ministerio de Cultura a partir del 2004 y desde ese año hemos tenido altibajos con el Ministerio pero no decaemos, siempre hemos estado en presentaciones constantes viernes y sábado. A veces le damos la oportunidad a otros grupos que nos dicen.
Con la escuela de Bellas Artes hemos tenido un buen acercamiento, a veces presentan acá sus resultados del último semestre o de los diferentes semestres. Grupos invitados de otras ciudades que han venido acá siempre quieren venir a la sala de teatro Reculada del Ovejo de aquí de Cartagena.
Hemos tenido altibajos como todos porque esto es una asociación, la Asociación Distrital de Teatristas Independientes de Cartagena, ese fue el nombre al cual llegamos y bueno ese sueño se cumplió, para casi todos los teatreros de ese momento: Jaime Díaz, Alberto Llerena, Roberto Ríos, que ya murió mucho antes de que me entregaran el espacio, Carlos Ramírez, Jorge Naizir, que es como somos como de otra década y mi persona. En esa lucha también estuvo Iván González, gracias a que Iván González estuvo en el Ministerio de Cultura nos aprobaron la primera temporada de teatro cartagenero y a partir de ahí pues seguimos nosotros realizando proyectos y trabajando sin o con el apoyo institucional, siempre nos mantenemos aquí en este espacio presentando.
CV: ¿Desde cuándo está funcionando y cuál es la línea de trabajo que tú manejas en tu grupo?
RF: Bueno yo vengo del Teatro Estable del Aguijón, puedo decir que mi maestro fue Carlos Ramírez, porque con él fue que aprendí todo este proceso, pero él se encaminaba más hacia la comedia y yo leía otras cosas y siempre pensé en hacer un grupo que planteáramos las cosas un poquito diferente a como las planteaban algunos grupos.
En 1994 nace la idea de formar un grupo porque me independizo de Carlos. Ahí, trabajaba con la Universidad Jorge Tadeo Lozano y bueno mucha gente que me conocía me dijo que querían estar en un grupo. Dentro de esos había jóvenes que acaban de salir del INEM, entre esos está John Jairo Narváez y tres jóvenes que pertenecían a la Universidad Jorge Tadeo Lozano, del grupo de teatro que yo dirigía en ese momento. Ahí nace la idea de de iniciar un grupo, pero yo digo que antes de un grupo tenemos que trabajar haciendo talleres y nacen esas 2 ideas paralelas: los talleres de Zambo Teatro, que son procesos de formación teatral y el grupo de planta que son los que más experiencia tienen, con los que hay un poquito más de rigurosidad en cuanto al trabajo escénico.
Entonces en 1994 comenzamos con una obra que se llama “La barca sin pescador” de Alejandro Casona. Ese fue nuestro primer reto porque ya todos querían hacer teatro, -ya está bueno de talleres Rogelio, nos tienes cansados- y bueno con eso nos ganamos una beca, pero la beca la comenzamos a ejecutar en el 98 eso fue con el concurso de Colcultura porque el Ministerio no existía y eso lo manejamos con los fondos mixtos y con esa obra hicimos una gran labor en la ciudad.
Ellos me preguntaban -¿por qué tanto texto?- y yo le decía, mi idea es la palabra; cuando un dramaturgo escribe algo a través de la palabra es porque quiere transmitir un mensaje, ya nosotros veremos en la puesta en escena cómo lo transmitimos, pero la palabra es fundamental. Como dicen los religiosos, tiene poder, el poder de la palabra. A través del teatro vamos a cambiar ciertas estructuras de las personas y del mundo, de la sociedad; el teatro es transformador.
Entonces vamos a comenzar por ahí, por textos que sean ricos en la palabra y me parece que el texto de Alejandro Casona lo da. Yo era un asiduo lector de Alejandro Casona y del teatro español. Me gustaba lo de Tennessee Williams pero me parecía que era demasiado, como la película de Joe Arroyo bien absorbente. La obra de Alejandro Casona era un teatro duro fuerte. Siempre me ha gustado el teatro duro, que muestre la realidad y que el teatro puede transformar de alguna manera esa realidad.
Después seguimos con un texto que ya es una dramaturgia mía a partir de diferentes textos. Me gusta recoger diferentes historias y hacer dramaturgia de esas diferentes historias y creamos una cosa que se llama “Así como me lo contaron”, de varios textos de Pablo Neruda, de libros de historia, era sobre la conquista. Fue una obra muy hermosa, muy chévere. Ganamos un pequeño premio en esa época; lo invertimos todo en vestuario y en unos tanques.
Y seguimos trabajando precisamente en textos en donde la palabra es para mí lo principal. Después de todo ese proceso, en el 2000 monté un trabajo que se llama “Las Muñecas que hace Juana no tienen ojos”, de Álvaro Cepeda Samudio. Como a mí me gustó mucho la literatura del Caribe conozco mucho de algunos procesos.
Ahora estoy leyendo a Zapata Olivella. Tiene unos textos hermosos que no son para teatro pero que son son escritos como si fuera para teatro y son fáciles de adaptar desde el punto de vista dramatúrgico, quiero en cualquier momento con Zambo Teatro montar uno de esos textos.
En “Las muñecas de Juana no tienen ojos” hicimos un buen trabajo. Las 3 mujeres luchaban fuertemente a través de sus reflexiones de cómo salir de esa casa, el encerramiento en que estaban y cómo liberarse no solamente del encierro físico sino mental. Liberarse e irse para otro lugar pero era un encerramiento mental realmente. Entre las 3 actrices estuvo la gran poeta Margarita Vélez.
Después montamos un texto a partir de La maestra, de Enrique Buenaventura; yo le puse “Desplázate” sobre esta cuestión que vivimos durante muchos años con el desplazamiento. Hice unas intervenciones de ese texto, retomando unos textos de de de Mario Benedetti
Eso fue con el grupo escuela, ellos se mantuvieron durante muchos años, algunos se fueron; tengo la facultad de que formo gente para que se vaya a alimentar otros grupos, a buscar nortes diferentes. Yo digo que ya tienen tiempo conmigo, ya aprendieron lo que tienen que aprender conmigo, ahora tienen que aprender con otras personas.
En el 2005 monté un trabajo que se llamaba Desconéctate, que si es totalmente dramaturgia mía. Es una historia futurista de 2 jóvenes que están conectadas a unos aparatos porque son muy rebeldes. La presenté en la Agencia de Cooperación Española hace muchos años. Las dos actrices se fueron a estudiar en Bogotá Artes Escénicas la Universidad Pedagógica Nacional. Alba Villamil y Sandra que ahora es docente de teatro aquí en Cartagena.
Monté una obra con una beca que me gané con el IPCC. Yo siempre comienzo a hacer montajes sin pensar en que me voy a ganar una beca, porque nuestro proceso es hacer montajes por un objetivo y mi objetivo era rendirle un homenaje al maestro Alberto Llerena con una obra que ha sido una de las obras que más se ha montado en Cartagena, que es La Visita; pero también quería hacerle un homenaje a un autor que ha sido un poquito olvidado que es el maestro Régulo Ahumada y montamos una obra que se llamó El hombre X, entonces hice 22 montajes de micro teatro por decirlo así, o de teatro breve.
La primera vez que fuimos a Bogotá fue con de con Desplázate, después fuimos con Desconéctate y después fuimos con estos dos montajes de Teatro breve. Lo presentamos en un barrio que tiene un teatro hermoso en Bogotá, es un teatro de una comunidad muy chévere en Bogotá. Nos trataron de maravilla; se sorprendieron de que acá en la costa hubiese teatro de buen nivel. Sobre todo de Cartagena, porque se piensa que acá no hay teatro y fuimos bien acogidos.
El grupo se me descompone un poco pero en el 2014 estuve trabajando en una comunidad que se llama Villa de Aranjuez. Un muchacho que estudiaba lingüística y literatura en la universidad de Cartagena me conoce ahí y me dice -tú eres el preciso para hacer esta lectura aquí en Villa de Aranjuez- y me presentó un texto que se llama 155 Ejercicios fallidos para Mujeres, que lo acabamos de presentar el viernes pasado en la sala de teatro de Kissis.
Ese proyecto me permitía ir a diferentes estratos sociales; después fui al Pie de la Popa, después fui a Manga y después fui a Bocagrande. Hacía la lectura y encontraba las mismas respuestas: que eso era imposible, que los hombres no maltrataban de ese modo a las mujeres… y sí lo hacen y peor. Entonces llamé a Ángel y llamé a una chica que terminó de Bellas Artes y comencé ese proceso de puesta en escena. Había un joven aquí de Bogotá que salió del Teatro Libre, le dije que si quería trabajar conmigo, me dijo que sí y rescaté una niña muy buena del colegio Elyon Yireh, donde yo daba clase de teatro.
En el año 2018 encontramos dos textos; estaban dentro de los de lo que yo siempre he hablado de ellos: la palabra, que fue un texto de un mexicano que tienen que ver con la los inmigrantes y el texto de la obra que tenemos ahora que se llama Caminante de Tito Estrada Amador, que es de Honduras.
Tito Estrada Amador me dice – yo estudié en la Escuela Nacional de Arte Dramático de Bogotá- que chévere, me dio autorización -haz con ella lo que quieras- y comenzamos ese proceso. Hasta hoy la tenemos vigente todavía. Pero en ese proceso ellos querían que montáramos cosas también livianas, que no fueran tan densas y montamos una obra que se llamó Las Ratas, una obra ligera, una comedia y la de Tito Estrada Amador es una obra de farsa. Y montamos Música de Piedra que es de un autor español, pero la adaptamos mucho el contexto nuestro, enmarcada en los años de rock and roll los 50s y 60s porque es la música de siempre.
Estamos trabajando una obra de corte histórica que es el Taller del maestro Simón, que es una recopilación, una investigación que yo hago con los libros de historia y algunas cosas que leí de Eduardo Caballero Calderón sobre el 20 de Julio.
Cuando se hace la expulsión del gobernador Montes 35 días después, se da lo del florero de llorente en Bogotá, entonces la lucha independentista comienza en Cartagena con la expulsión del gobernador Montes y yo decidí entonces poner ese nombre que estaba ahí en ese texto del 20 de Julio y le puse El taller del niño Simón, pero recreando lo que sucedió acá con la con la expulsión del gobernador Montes. Eso es el nuevo montaje que estamos haciendo nosotros en este momento.
CV: ¿cómo llega al teatro a ti, desde la infancia o en la juventud? ¿cómo te encuentras con eso? y ahora que hablaste de Zapata Olivella precisamente en Levántate Mulato, que es la autobiografía de Manuel Zapata Olivella cuenta que él y Delia fueron a ver en el Teatro Heredia, en la galería del teatro Heredia, a Katherine Dunham, que era una coreógrafa, bailarina, antropóloga afroamericana que se recorrió todo el Caribe estudiando las danzas y los ritmos y las músicas y cuando ven eso Delia ahí dice:
Esto es lo que tenemos que hacer, claro tenemos que crear un grupo, una compañía para representar las danzas y los ritmos.
Yo pienso en eso cada vez que leo ese fragmento, de hecho esa es la motivación un poco de este podcast, yo me imagino a Manuel y a Delia jovencitos yendo al teatro.
¿Tú podrías identificar algún momento así parecido o que haya provocado en ti ese esa necesidad o esa vocación para el trabajo en el arte?
Estaba en cuarto de primaria en el colegio San José, en Maicao, porque mi papá se fue para allá, para La Guajira. Lo mandaron a trabajar por allá y mi mamá era una negra altísima; mi papá era blanco, más blanco que tú, chiquitico y se enamoró de su negra y andaban con su poco de hijos. Cuando iba mi papá iba ella y a mi me pusieron en un colegio que se llamaba Paulo Sexto, en Maicao. Yo era un payaso, de esos niños que hacen reír a todo el mundo porque le mamaba gallo todo el mundo, a los profesores, y me castigaban porque me burlaba, hacía bulling, inclusive hasta a los adultos les hacía bullying. Entonces le ponían sobrenombre a todo el mundo.
Un día el profesor García Villarreal me agarra por la oreja -hoy es el día en que va a hacer reír de verdad verdad a la gente-. Junto con otro que era amigo mío, que era un payaso también, nos llevó a un barrio que quedaba del lado opuesto del colegio, lejos, Barrio El Carmen. Era un payaso retirado de circo. Yo por primera vez conocí un texto, un libreto, y nos dijo -aquí hay cuatro números, vamos a montar estos cuatro números- y eso para mí fue una cosa impresionante, porque vi que todo se escribe, -sí, todo eso hay que escribirlo para que aprendan a hacer las cosas que vamos a hacer- y comenzamos. Primero nos enseñó cómo se hacen los gags, nos enseñó todo lo que hacía. Cuando presentamos eso el el rector lloraba y la gente se reía, o sea las mamás lloraban, mi mamá llorando, porque es que una cosa es hacer el payaso pero esto es otra cosa.
Entonces mi padre me manda a estudiar a Cartagena, aquí que es nuestra tierra.
Yo estudié en el colegio La Esperanza. Estaban haciendo Otelo y yo me le acerqué al profesor, -pero este Otelo es blanco, Otelo debe ser negro yo lo puedo hacer-. Lógicamente él se burló de mí porque yo lo que hacía era segundo de bachillerato, – tú todavía tienes que entrar primero y conocer- Yo no sé qué pasó, pero algo pasó que el muchacho se ha lesionado, le salió un esguince, faltaban 15 días para estrenar la obra y yo me la sabía de tanto ver los ensayos, yo movía, aquí movía acá y me dice -no tenemos más opción, toca coger al negro-, e hice Otelo.
Carlos Ramírez va a ese Colegio y ve Otelo y me ve a mí y me dice -y por qué no vas al TEUC, el Teatro Estudio de la Universidad de Cartagena-. Pero el TEUC tenía dos grupos: el que manejaba Jaime Díaz, que eran los principiantes y el grupo que tenía otro nivel, que era el que manejaba Carlos Ramírez.
Pero a mí me expulsaron del colegio la esperanza junto con Iván González, porque éramos muy tremendos y yo me voy para el Liceo Bolívar, de hecho yo me hice expulsar porque yo quería irme para el Liceo Bolívar porque veía la huelga, la cosa, yo quería saber ¿qué era eso, por qué eso?. Entro en el Liceo Bolívar y bueno me vuelvo popular en el Liceo Bolívar por el teatro. Una vez veníamos en una huelga y entramos a la Universidad de Cartagena y ahí me encuentra Carlos y al día siguiente llegué a los ensayos.
Y yo entro al TEUC y me dice, -ah no pero tú vas a entrar en el TEUC B-, yo no sabía que era. Eso era de Jaime. A la semana de yo estar en el TEUC él me dice- ven acá muchacho…e´rda mijo-, yo dije yerda no sirvo para esta vaina, -yo creo que tú te vas a tener que pasar, vas para el grupo A porque tú eres muy bueno- .
Y me fui pa’ donde Carlos, ahí pasó una obra que se llamaba El Espantapájaros. El TEUC tenía esa cosa de ir a diferentes barrios y nos presentamos en el barrio Canapote, en Santa Rita. Del TEUC pasé el Teatro Estable de Aguijón con Carlos Ramírez con una obra que se llamaba El Ollantay.
Sucedió algo maravilloso; yo era un personaje sencillo, yo simplemente llevaba un mensaje -aquí mandaron un mensaje de señor, aquí traigo el kipo- , el kipo era un elemento que utilizaban los incas donde estaban los mensajes. No hacía más nada, yo salía una o dos veces al escenario y el que hacía de papel de Rumiñahui se ha caído y se ha partido un pie y faltaban 15 días para irnos para Bogotá. Porque ya habíamos clasificado al regional y habíamos pasado al nacional y tocaba sacarlo -no tenemos más alternativa, Rogelio ¿ya te sabes el texto?-yo le dije sí- y comencé a hacer el papel de Rumiñahui en El Aguijón.
Una de las cosas que más me motivaron para quedarme en el teatro es que yo voy a a ese Festival en Bogotá y veo un trabajo que se llamaba Búfalo Bill, y veo al Teatro La Candelaria y después veo al Teatro Libre y después veo al TEC de Cali y yo dije esto es lo que yo quiero hacer. Este es el teatro que yo quiero hacer
Me independizo del Aguijón y en el 1994 comienzo con el proceso con mi propio grupo que es Zambo Teatro, Zambo Teatro. El nombre no nace porque sí. Comenzaron a salir nombres, yo le he dicho a los compañeros -busquemos algo que haga parte de nuestra identidad, que esté olvidado de alguna manera. Los cruces les dije yo, entonces comenzaron: el blanco con el negro da mulato y el Zambo es entre el indio y el negro, pero averigüemos otros significados de Zambo, y comenzaron a investigar. En la India los que cargan, por decir aquí los coteros, les dicen Zambos, también le dicen Zambos a los que tienen las piernas unidas con las rodillas y comenzamos a investigar y definitivamente nos quedamos con eso, que el Zambo hace parte de nuestra identidad, pero no es… o sea no tiene relevancia y bueno, listo, nosotros le vamos a dar la relevancia.
Y fundamos Zambo Teatro con esos jóvenes con Carlos Ramírez, con Alvarado, con Salcedo, con Flor de Liz, con Beatriz Medrano, Flor de Liz hoy día es la titiritera de Trotasueños, con Beatriz Medrano, Jhon Jairo Narváez… ya bueno recuerdos de esa época
Y ese ese festival fue el que me marcó a mí para seguir haciendo teatro.
Con el Cuarto Bate, que fue uno de los últimos montajes en que trabajé con Carlos, cuando fuimos a Manizales, al Festival Internacional de Teatro de Manizales, pues también es un marco más y mi propuesta, porque vi una obra de puro texto, de puro texto, o sea no había acciones casi, la acción era la palabra y yo me identifiqué con eso porque dije nosotros en el Caribe hablamos mucho, sí cierto y nos movemos, la palabra aquí tiene un valor, es grande entonces eso comenzó como acá a a burbujear a salir burbujas en mi cabeza.
Dije -el teatro que yo voy a hacer va a venir marcado por esa línea, pero con con un mensaje, con un objetivo claro, que es lo que quiero hacer: adaptar obras universales al Caribe. Y entonces eso fue lo que más o menos me marcó, me motivó.
Extracto de la entrevista realizada para el episodio del podcast Cultura Sin Filtro: Una mirada al Teatro Adolfo Mejía

