Los barrios pobres en Cartagena, esos demonios populares

Lizett Paola López Bajo 

Al cerrar el 2022, se registraron 612 muertes violentas: de acuerdo con la Policía Nacional, hubo 341 crímenes por sicariato que representan el 60% del total de los casos, las muertes por accidentes de transporte fueron 151 casos (25%); muertes accidentales fueron 51 casos (8%) y los suicidios fueron 41 casos el (7%), esta información la corrobora la veeduría Cartagena Cómo Vamos, con base en los registros del Instituto de Medicina Legal. Los barrios con más homicidios fueron Olaya Herrera y el pozón con 39 y 25 casos respectivamente, ubicados al oriente y suroriente de la ciudad. En la ciudad, los homicidios aumentaron en un 60 %, con casi un asesinato por día, lo que convirtió el 2022 en el año más violento de los últimos tiempos. Este es el panorama de una ciudad considerada patrimonio histórico de la humanidad. La violencia ya no es una característica única de las grandes ciudades como se solía creer también, hace parte de la vida de las ciudades pequeñas y medianas y va en aumento. 

No es de sorprender que una de las expresiones más comunes de la gente sea “esta ciudad está invivible” y en efecto, Cartagena está invivible. ¿Qué quiere decir esto? Para los y las cartageneras transitar, andar y habitar la ciudad sin el temor de ser asaltados, baleados o víctimas de cualquier ataque se ha vuelto imposible. En medio de esto me pregunto lo obvio ¿cuál va a ser la solución en materia de seguridad para que sus habitantes puedan vivir en paz? Si, en PAZ, una palabra que no le gusta a muchos. Ya sabemos los problemas de la fantástica desde hace mucho tiempo, problemas estructurales que reúnen una serie de elementos interconectados: clasismo, discriminación racial, violencia en sus distintas formas, pobreza, desigualdad, corrupción, crisis institucional, falta de cohesión social y un largo etcétera de problemas que atender. A los ya existentes se suma la creciente inseguridad, no porque antes no existiera sino porque ahora el factor del sicariato, un hecho esporádico si se revisan en detalle las cifras, se ha convertido en el pan nuestro de cada día. 

Si aumenta la violencia en las ciudades es porque los instrumentos diseñados para hacer frente a esta dinámica resultan inadecuados. En nuestro país y en nuestra ciudad se ha asumido que la riqueza y el desarrollo vienen de la fuerza de los individuos y no de un sistema que genere condiciones de equidad y de acceso a derechos. Las soluciones para resolver el problema de la violencia y, por tanto, de la inseguridad en Cartagena son múltiples, no hay una solución única aplicable a todos los casos. Se requieren, por un lado, acciones dirigidas a controlar la violencia; segundo, acciones dirigidas a prevenirla. La primera es una política pública de seguridad que tenga como objetivos reducir la violencia, combatir los homicidios y la delincuencia. La segunda requiere de políticas sociales adecuadas que le permita a la ciudadanía acceso a derechos 

Como soluciones a la crisis de seguridad se han implementado medidas como quitar el parrillero hombre en ciertos barrios de la ciudad o que los establecimientos donde venden alcohol cierren a determinadas horas. No obstante, dichas soluciones son pañitos de agua tibia pues crean una falsa sensación de seguridad a la ciudadanía al cambiar la percepción de cómo y porque ocurre la violencia, pero la percepción es una muestra engañosa, que a mí no me hayan asaltado no quiere decir que a otros y otras no les haya pasado; además, al analizar los datos, desde que se han implementado estas disposiciones los robos, hurtos y el sicariato no han acabado, este último, de hecho, incrementó. 

Las medidas de las entidades gubernamentales se han concentrado en la prohibición enfocándose en poblaciones históricamente excluidas. Los barrios con más casos de homicidios son dos de los barrios más pobres de la ciudad, con población negra y mulata en su mayoría, estas medidas en vez de acabar con el problema los convierte en chivos expiatorios que emergen en períodos de ansiedad social. Convirtiéndolos en “desechos humanos” sin atender a las condiciones estructurales que generan la pobreza, la desigualdad social y la violencia. Sobre estos grupos se enfocan formas represivas de gobernanza y control, aun cuando la prevención puede llegar a ser más eficiente que las políticas de control. 

Hasta ahora no se han pensado alternativas que partan de la realidad de la ciudad, ni se comprende que para acabar con un problema se deben solucionar otros, es decir, articular políticas de seguridad y políticas sociales. Como nota final, este año hay elecciones para alcaldía, los y las candidatas por la corona ya se empiezan a perfilar, algunos ya son caras familiares y seguramente, el tema de la violencia en el corralito de piedra recibirá bastante atención. Pero tengo varias preguntas a esos candidatos ¿Los problemas de violencia están claramente identificados como parte de la agenda del gobierno por los próximos cuatro años?  ¿se considera un tema cuya solución es prioritaria? No sé, ya veremos. 

Cartagena cómo vamos (2023) “Cartagena registró un aumento del 32% en muertes violentas en 2022. Consultado el 17 de marzo de 2023: https://www.cartagenacomovamos.org/nuevo/cartagena-registro-un-aumento-del-32-en-muertes-violentas-en-2022/

Foto de portada: Rafael Bossio